miércoles, abril 24, 2024

“Soy prostituta en las noches porque el sueldo de maestra no me alcanza”

Iraima es prostituta y con tal solo 28 años le ha tocado mantener a su familia porque el sueldo de maestra no le alcanza para sobrevivir

Impacto Venezuela hizo un recorrido por las noches capitalinas, una Caracas sumergida entre la oscuridad, soledad, alcabalas fantasmas, delincuencia y prostitución.

En una zona reconocida en el este de la Gran Caracas se encontraban un grupo chicas jóvenes, de esas que muchos apodan las “niñas malas”; con vestidos cortos y tacones altos, maquillaje suficiente para llamar la atención de quienes están en la búsqueda de compañía.

Allí estaban ellas a las 9:51 pm de un sábado, esperando al menos un tercer cliente pues la noche era larga; sin embargo, sabían que no sería productiva pues llovía y no había más que unos policías en las esquinas.

Nos paramos en su lugar de trabajo “su plaza”

Hola, un gusto, por favor no te asustes, deseo hacerte una entrevista, prometo no quitarte tiempo; te pagaré lo que cueste los 15 minutos, te llevo y te traigo.

-“Ustedes son policías, ya nos han hecho daño”.

Le vi miedo y negación. Preferí sacar el carnet y demostrar que sí era reportera.

-“Bueno, pero me vas a pagar, porque yo no voy a perder mi tiempo”.

Se subió al carro, era una mujer alta, morena, color de ojos café; tenía un vestido marrón claro, tacones puntiagudos, su expresión era temerosa, pero a la vez sus ojos demostraban una historia de dolor, cargaba un aroma fuerte, de esos olores de faena sexual, pues ya había tenido a varios hombres en pocas horas.

Su tumbado era llamativo, caminaba como una profesional de la noche, tenía su cartera pequeña donde tenía efectivo y sus preservativos.

Procuré llevarla a un sitio oscuro, para que no corriera peligro, y mucho menos que los policías la vieran. Era de esas noches de soledad donde solo acompaña la lluvia, el asfalto húmedo, y la historia de Iraima dentro de un taxi.

Iraima cuéntame de ti, quiero que me narres tu historia:

“Yo tengo 28 años, tengo 4 años como prostituta, pero soy profesional, soy maestra y madre. Me metí en este mundo porque no me daba el sueldo como profesora”

“En diciembre me tocó comprarle los regalos de navidad a mis sobrinos porque mis hermanos no tenían plata y lo hice gracias a esta vida”.

“Mi familia sabe que me dedico a esto, siempre andan nerviosos porque este trabajo es muy peligroso”.

“Para mí lo más feo que me ha tocado ver como prostituta es como a una compañera la mataron a machetazos en la Av. Andrés Bello, allá todo es peor, allá hay drogas y armas, muy distinto a donde me recogiste”.

Libertador

“Aquí las mujeres después del encuentro con el hombre no pagan y te bajan a punta de pistolas ese es el riego de esto. Otro riesgo es que aquí los clientes quieren tener relaciones sin preservativos y eso no puede pasar me pueden infectar de algo, yo soy responsable de cuidarme, sanidad a veces nos da condones.

Nosotros queremos tener el carnet rosado y trabajar legalmente.

Pero sabes, quisiera cambiar mi realidad, porque este ejemplo no es el mejor para ellos, es más tengo miedo de que mis hijos se enteren de que yo soy prostituta, con qué cara les reclamo el día de mañana”, expresó Iraima.

En nuestra conversación me habló del costo de sus servicios, una hora puede valer 20 dólares, el cliente paga la habitación y si pueden pedirle que compren en las farmacias los condones, para ellas mejor.

Este grupo de chicas están ubicadas entre dos municipios, de manera que cuando pase “la perrera policial” y quiera llevárselas corren hacía el otro municipio y así no son detenidas, en cambio las que no corren con esa suerte pueden estar presas hasta 4 días, sin comida, visitas, y según cuentan las “chicas malas” la policía les roba sus pertenencias.

Conocer la historia de Iraima duró unos minutos, ya su tiempo era necesario para buscar otro cliente. Desde la parte de atrás del taxi se acomodó, se arregló, cobró lo que le habíamos prometido, se despidió con ese sabor de recordar que hace lo que hace por sus hijos.

Iraima se bajó justo donde la recogimos, se persinó, y con una sonrisa, se paró entre los dos municipios a esperar a su próximo cliente bajo la lluvia.

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