La leyenda de “La reina de corazones” se consolidó con su partida, el 31 de agosto de 1997
La noche del 31 de agosto será recordada como una de las más tristes de los últimos años del siglo XX. Diana de Gales murió en medio de una persecución de paparazzi, en el puente de Las Almas en París. En el accidente automovilístico también fallecieron quien era su pareja para el momento, el millonario Dodi Al-Fayed y el conductor del vehículo, Henri Paul.
Su guardaespaldas fue el único sobreviviente de la tragedia y, lejos de aclarar lo que sucedió esa noche en la capital francesa, ha mantenido silencio por todo este tiempo.
Diana Spencer nació el 1 de julio de 1961. Con su matrimonio en 1981 con Carlos, el príncipe heredero de la monarquía británica, tal vez sin quererlo comenzó a convertirse en ícono. No solo por su imagen (mucho más joven y agraciada que su consorte), sino porque representaba la historia de la joven plebeya que se convertiría en reina de Inglaterra.
Diana y su carisma
Inmediatamente, Lady Di se ganó el cariño no solo de los británicos, sino del mundo. Su estilo de vestir, de comportarse, se comenzó a imitar por las jóvenes de los 80-90, mientras los paparazzi no la dejaban en paz. Unos meses antes de morir, en una investigación realizada se afirmó que Diana de Gales era la mujer más fotografiada del mundo.
Sin embargo, así como sus acciones y labor humanitaria comenzó a hablar bien de ella, su vida personal también lo hacía, pero en sentido contrario. Su Alteza Real, el título que recibió al desposar al príncipe heredero, no la pasó muy bien durante su convivencia con Carlos.
Desde antes de nacer el primer hijo de la pareja, William, se dijo que su esposo le era infiel con Camila Parker Bowles, quien fue el gran amor de Carlos, pero, también, la gran rechazada por la reina Elizabeth. Además, en ese momento, ella también estaba casada.
El público rápidamente se identificó con ella. Y no paraba de demostrarle afecto. Se pensó que con el nacimiento de Enrique las cosas mejorarían en la familia real. Pero no fue así. Siguieron los problemas hasta que el 28 de agosto de 1996 se hizo el anuncio de que la pareja se había divorciado.
Se le quitaron los privilegios reales y el título de Su alteza real. Sin embargo, el mundo la continuaba llamando Lady Di. Ya no sería la Reina de Inglaterra (Carlos tampoco lo ha sido aún), pero sí la Reina de Corazones.
Y cuando llegó el amor…
Lejos de disminuir el interés por ella, ya que no formaba más parte del círculo real, salvo por ser la madre del futuro heredero del trono, la prensa y el público no perdió el interés hacia ella. Pocos meses antes de su trágica muerte, se comenzó a hablar sobre su relación con un millonario egipcio, Dodi Al-Fayed.
Le llovieron las críticas, por cuanto ella aún vivía en Kesington, una de las residencias reales. Pero más aún porque Dodi estaba catalogado como un célebre playboy, quien a sus 47 años aún no había tenido un matrimonio estable.
Los cercanos a Lady Di aseguraban estaba feliz como nunca. Que había vuelto a ilusionarse y, aunque se rumoraba que había recibido un anillo de compromiso, afirmaban que ella estaba consciente de que él no pensaba casarse con ella. Por lo menos a mediano plazo.
A raíz de su muerte, comenzaron a tejerse varias teorías en torno a ella. Pese a que han pasado más de dos décadas, aún hay quienes, como el padre de Al-Fayed, sostienen que todo fue producto de una conspiración para evitar que Dodi se asociara con la alta clase británica.
Otros más osados han dicho que la Corona estuvo detrás del accidente porque Diana estaba embarazada y dispuesta a tener a su tercer hijo, algo con lo cual la familia real no se encontraba muy de acuerdo.
La policía francesa, así como Scotland Yard, han investigado por años y han coincidido en que todo fue producto de un terrible accidente, debido a la alta velocidad a la que iba el Mercedes donde viajaba Lady Di, tratando de huir de los fotógrafos.
Ella también es recordada por su labor humanitaria, por no haber tenido reparo en abrazar a personas enfermas con Sida en una época en que había tanto desconocimiento como tabú por esa enfermedad, por hacer una fuerte campaña anti minas y por ayudar a acabar con la hambruna de África.
El hecho de que la reina Elizabeth rompiera su tradición de solo dirigirse al pueblo británico en Navidad, y lo hiciera para hablar de la muerte de su exnuera, fue la metáfora de lo que significó el paso de “La reina de corazones” en la vida de una generación.
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