Fue la modelo más popular de la publicidad venezolana de mediados de los 80 hasta una década después. Ahora es una consumada artista plástica
La rubia melena de Aguasanta Erminy se convirtió en un ícono de la publicidad venezolana de los años 80 y 90. Dueña de un cuerpo de modelo, el destino de esta joven periodista no podía ser otro que ese. Utilizar sus atributos para convertirse en su tiempo en la joven más solicitada por las agencias de publicidad.
La bautizaron como María de Aguas Santas Erminy Sánchez en honor a su abuela y desde muy joven se interesó en el mundo del entretenimiento audiovisual. Por eso estudió Comunicación Social, pero el éxito y la fama la arrastraron aguas arriba y no culminó; aun cuando solo le faltó un año para recibir su título. No obstante, la vida le daría un segundo chance para terminar de formarse en lo que quería.
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Lo cierto es que Aguasanta se convirtió en la modelo más buscada en ese tiempo. Según los registros hizo más de 200 comerciales de televisión; la fotografiaron para otras tantas vallas publicitarias, catálogos y avisos para periódicos y revistas.
Por sus manos pasaron casi todos los productos que podían pasar para publicitarse. En un momento, vivió una “rivalidad” con Ana Karina Manco otra figura muy apetecible para la industria publicitaria del momento. Campo que le quedó libre a Erminy sin buscarlo, cuando su par sufrió un grave accidente mientras volaba en parapente y estuvo más de un año en rehabilitación. Y, por lo tanto, sin poder trabajar.
Otra rivalidad surgió cuando “La catira regional”, una exuberante mujer rubia surgió en el panorama publicitario venezolano. A la modelo de la cuña de cervezas nunca se le vio el rostro, pero tenía un porte parecido al de Aguasanta, quien para el momento estaba con una pausa en su carrera. Pero no, nunca se supo quién estaba detrás de ese cabello que cubría un rostro.
La quisieron inscribir en un Miss Venezuela pero no fue posible. Su altura no llega a los mínimos requeridos y a Osmel no le pareció que tuviera porte de miss. Y, para ella, fue mejor quedarse facturando como maniquí.
Aguasanta y la fama abrumadora
La modelo no era de darse mucho con la prensa. Era muy difícil conseguir una entrevista con ella. Algo que su mánager desde entonces y hasta ahora, Mariela Centeno, manejaba con sigilo. Y para Aguasanta no era una situación fácil de manejar. Quedó demostrado cuando se convirtió en la atracción de una entrega del premio Premio Meridiano de Oro, que entregó por una vez un galardón a la mejor modelo del año. Y se hizo con el fin de reconocer, de alguna manera, ese éxito arrollador de ella.
Y fue, precisamente, ese torbellino lo que hizo que la joven decidiera poner una pausa en su carrera, aun en la cúspide de la misma. A mediados de los 90 su rostro no volvió a verse más en los medios. Nadie sabía de ella. Por eso cuando “La catira regional” hizo su aparición las apuestas iban a Aguasanta. Pero no.
Ella se había ido (y le sobraba con qué) a Nueva York. Ahí estudió cine y aunque quería seguir con su carrera como modelo, no le gustó la ciudad. Una vez que culminó sus estudios se radicó en Miami donde hace vida desde hace más de dos décadas.
Entregada al arte
En Miami, junto a Centeno, abrieron una productora de cine. Ahí también nació su único hijo, Asa (“Curador de corazones rotos”). Tres divorcios y una separación forman parte de su vida no tan pública; la cual ella siempre mantuvo en el máximo de discreción. Aun en sus tiempos de popularidad.
Actualmente, Aguasanta, próxima a cumplir los 60 años, es una artista plástica dedicada casi completamente a la pintura. No se muestra mucho, por no decir nada, en redes sociales. El protagonismo se lo deja a su trabajo. Pero su nombre siempre estará en el mundo pop venezolano como uno de sus íconos.
