sábado, abril 20, 2024

“Mi amiga me vendió y casi muero desangrada”: el HORROR de una venezolana en Trinidad y Tobago

Ángela, es una venezolana víctima de trata de personas, tras confiar en la que era su amiga. Luego de recibir varias amenazas de muerte abandonó la isla

Una venezolana viajó en marzo de 2020 a Trinidad y Tobago, incentivada por una amiga la cual le aseguró una “vida diferente”.

Por el temor de ser asesinada en la isla ahora está en un país lejos de todos, sin embargo al ser entrevistada por la Radio Fe y Alegría se sintió un poco más cerca de su país.

Ángela* comentó que su familia se encuentra en Caracas y Puerto Ordaz y su madre fallecida era de Delta Amacuro.

Tras arreglarlo todo, embarcó clandestinamente en un puerto de Tucupita con destino a Trinidad y Tobago, relató Fe y Alegría.  

Era de madrugada, hacía mucho frío. Jamás había sentido el sereno marino.

Era una niebla espesa, pero que por fortuna significaba, según la tripulación del bote,  que no habría olas en el camino.

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Relató que a las 5 de la mañana del 7 de marzo, justo hace un año, a la embarcación los lanzaron al mar.

Luego de nadar un “pedazo grande” las buscaron por unos trinitarios, sin embargo, ellos mencionaros a sus parientes.

Ángela un poco más aliviada  llegó sin problema alguno hasta Princess Town.

Una de las personas que la llevaba le ofreció dinero a unos oficiales de la policía, entonces supo que algo no andaba bien. Pero intentó calmarse.

Comenzó la pesadilla

El auto que la trasladó finalmente la dejó en casa de la amiga también venezolana, una que conoció en Caracas.  Ya iban a ser las 8 de mañana.

Ella estaba cansada, aunque sin sueño, llegó llena de arena, estaba empapada.

Su amiga le había preparado arepa con huevos, “para que me sintiera como en casa” y tras contarle lo vivido, le hablaron de un trabajo en un bar. La pandemia del coronavirus estaba por clausurar todo.

Ángela relata que estuvo dispuesta a trabajar en el bar. Sabía que era “lo más rápido” en ese país, también admite que sabía que debía vestir “sexy” para los clientes.

“Pero hasta allí”, le insistió a su amiga.

“No chica, tranquila, cómo crees, yo no ando en eso”, es la frase que Ángela recuerda claramente, porque sería lo que la decepcionaría luego.

En medio de la pandemia y los locales cerrados por el confinamiento, su amiga le propuso trabajar a “escondidas” en otro bar”.

Pero no lo aceptó, lo veía muy arriesgado.

Otro horizonte para la venezolana

A finales de marzo la invitaron a un compartir con unos amigos trinitarios; para ella era una oportunidad de socializar

De esa forma probablemente podía acceder a un nuevo empleo. 

Eran las 9 de la noche. Lloviznaba, Ángela, que sabe hablar inglés, porque sus padres fueron docentes de este idioma en Venezuela, estaba lista para sorprender. 

 A lo lejos vio una gran casa lujosa. Era blanca, tenía un gran garaje, piscinas, área verde, ventanas de vidrios y acabados caros, relataba Radio Fe y Alegría.

Su amiga, Ángela, dos trinitarias y tres hombres de piel oscura, se sentaron en la sala de estar.

Sirvieron champán y comenzó la fiesta. Ya eran las 11 de la noche. Uno de los hombres la miraba con intensidad.

“Desde que llegué me comenzó a bucear” (miradas penetrantes con probables intenciones sexuales, en Venezuela).

Su amiga dijo conocerlo y que se lo presentaría. Y así ocurrió.

Él dijo llamarse Jazz Mohamed y que vivía unos metros  más adelante.

Ángela aún no sacaba su arma secreta, que a la postre la salvaría: su inglés estadounidense.

Ya estaba mareada. Había tomado bastante y dejó de hacerlo, pero seguía cerca de Jazz, quien le hablaba “un español cruzado”, es decir que apenas lo “machucaba”.

Comienzo de una pesadilla

Entonces, él la invitó a dar una vuelta por el jardín. Era el momento oportuno para respirar aire puro.

Intentaron comunicarse fluidamente durante media hora, sin éxito. Tras un trago más que él trajo, diez minutos fueron suficientes para que Ángela se sintiera muy somnolienta.

Estaba como con mucho sueño y me daba vuelta la cabeza, estaba muy débil, no veía bien. Entonces supo que había sido drogada.

“Corrí, pero me caí, el me agarró, me agarró muy duro, yo intentaba huir, gritar, pero apenas podía gemir”.

Para la venezolana todo transcurrió como una pesadilla de la cual no podía despertar, quería moverse pero no podía,

El sujeto rompió su vestido negro, posteriormente la penetró bruscamente.

Ella sintió que sus entrañas se les desgarraban, porque los movimientos del hombre eran violentos, mientras le pasaba su larga lengua por la cara.

Sentí mucho dolor aunque estuve drogada. Su miembro (se obviaron palabras explícitas) me hirió.

Tras varios minutos su peso cayó sobre el devastado cuerpo de Ángela por varios segundos, pronto se levantó, se abrochó el pantalón y salió corriendo.

Ella permaneció tirada durante un tiempo que no recuerda muy bien y vio que sus partes sangraban. Tras arrastrase por la grama, perdió el conocimiento.

Despertó en una extraña habitación, no sabía qué hora era. Su cuerpo estaba adolorido, su cabeza estaba a punto de explotar. Tenía heridas leves y un protector vaginal.

Su amiga se le acercó y le explicó lo que había ocurrido, la abrazó y lloraron juntas.

Dijo haber conocido a Jazz, pero aseguró desconocer de lo que era capaz. Posteriormente llegó el dueño de la gran casa lujosa y fue determinante para descubrir la trama sexual.

Yo le dije que solo era una cita y mira lo que hizo, ahora estamos en problemas.

No, yo no estoy en problemas, tú y él están en problemas. Hablaron en inglés.

Ángela estuvo a pocos segundos de desmayarse, pero regresó a la cama.

Tranquila, ya vamos a denunciar a la policía, primero recupérate, le insistió su amiga… La que consideraba su amiga.

Pronto regresaron a casa. Donde comenzaría otro infierno.

Angela no informó de lo sucedido a sus familiares en Tucupita, en Puerto Ordaz, mucho menos a su abuela que vive en Caracas.

Amenazas

Si hablas te buscaré hasta debajo de las piedras, mald…, perr…, fueron los sucesivos WhatsApp que Ángela recibía a diario, sobre todo por las noches.

Ella sabía que su amiga estaba involucrada, pero obvió darle razones por temor, reveló a Radio Fe y Alegría.

Fue una semana de amenazas. La última noche de Ángela en Trinidad y Tobago, le enviaron un WhatsApp donde le dijeron:

“no denuncies, sabemos dónde estás, afuera está un carro negro”. El terror y la decisión final fue cuando lo verificó y era cierto.

Fue el momento en el que decidí irme de Trinidad, fue una decisión firme, definitiva, gracias a Dios sigo viva, explicó la venezolana.

“Supe que había sido víctima de una red de trata de personas, que probablemente involucraba a policías, no lo sé. Solo quería irme de ese infierno”, dijo.

Ángela ahora vive en un país de suramérica, está tranquila, tiene un novio de su edad que la quiere y cuida.

Aunque admite haber tomado la peor decisión de irse a Trinidad y Tobago, estuvo lista para asumir su falla y recapacitar.

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