viernes, abril 26, 2024

“Maye”: salva niños y niñas refugiados venezolanos de la explotación sexual

Rescata a menores refugiados venezolanos de la explotación sexual y la trata de personas en la frontera para devolverles la esencia de ser niños, sus sueños, la sonrisa y la posibilidad de vivir dignamente. Ganadora de premio de ACNUR

“Escuchar a un niño de 12 años decir que no quiere vivir, es desgarrador”, ese es solo uno de los cientos de testimonios de menores de edad, explotados sexualmente, refugiados venezolanos que la colombiana Mayerlín Vergara rescata de las aterradoras garras de ese delito.

Lo hace en La Guajira, frontera entre Colombia y Venezuela, a donde en los últimos años están llegando cientos de niños venezolanos abandonados, con sus padres o bajo sus propios medios buscando protección económica, afecto, comida.

La Guajira, una región fronteriza al noreste de Colombia que ha experimentado un aumento en la explotación sexual infantil entre refugiados y migrantes que huyen de la actual crisis política y económica en la vecina Venezuela.

Es así como en el transcurso de su primer año, este nuevo hogar brindó un espacio terapéutico seguro para 75 niños, niñas y adolescentes, algunos de tan solo 7 años.

Y quienes se encuentran con una realidad angustiante, denigrante cuando caen en redes de explotación sexual que los captan aprovechando sus condiciones de vulnerabilidad evidente.

Quitándoles más allá de la inocencia, robándoles la posibilidad de ser niños y de crecer sanos emocionalmente.

“La violencia sexual prácticamente ha destruido su capacidad de soñar. Les ha robado las sonrisas y les ha llenado de dolor, angustia y ansiedad”, dice Mayerlín.

“El dolor y el vacío emocional que sienten es tan profundo que simplemente no quieren vivir”, complementa.

Fundación Renacer

En 32 años de la Fundación Renacer, el proyecto que lidera “Maye”, más de 22 mil niños colombianos han recibido el acompañamiento, la asesoría y sobre todos el amor que requieren para volver a creer en ellos.

El proceso de recuperación con estos niños es largo, pero no en vano hay miles de casos de éxito, hombres y mujeres que vieron crecer en las paredes de la fundación y convertirse en profesionales de éxito y en adultos protectores de la infancia.

De esta manera se trata de un trabajo que en los últimos años ha focalizado su mirada en los niños venezolanos refugiados o retornados, quienes son captados por estas redes en esa frontera que se va más allá de un desierto y se convierte en un destierro doloroso y una experiencia de vida inaudita.

“Son altamente vulnerables, llegan con unas historias llenas de dolor, de tristeza, de desesperanza y el hogar se convierte en ese lugar de esperanza, de refugio en el que ellas y ellos pueden seguir siendo, pueden equivocarse, pueden caer, pueden levantarse…”, comenta Maye.

Maye, la mujer que con empatía ayuda en la recuperación de niños, niñas y adolescentes explotados sexualmente

La “maye”

Una “Maye” que se convierte, junto a su equipo psicosocial, en la acompañante de niños, niñas y adolescentes sobrevivientes de la violencia sexual en su proceso de recuperación emocional.

Maye ha hecho su misión de vida ayudar a los niños a superar ese dolor y liberarse del yugo de la violencia sexual.

Una recuperación que inicia desde el mismo momento en que son rescatados por ese grupo de profesionales de esquinas, burdeles y bares donde son forzados a la explotación sexual, un equipo que trabaja en calle rescatándolos de las malvadas garras de la indolencia y la indiferencia del abuso sexual en todas sus modalidades.

“En esos establecimientos nocturnos de prostitución es donde empezamos a identificar a cientos de niños migrantes, refugiados, en condiciones de alta vulnerabilidad”, explica Mayerlín.

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El caso venezolano

La casa de la Fundación Renacer en Riohacha nació a raíz de una misión de reconocimiento de dos meses a la región fronteriza con Venezuela en 2018, durante la cual el equipo identificó a cientos de niños, refugiados venezolanos, que estaban siendo explotados sexualmente.

Al menos la mitad eran refugiados y migrantes de Venezuela, algunos de los cuales habían viajado a Colombia con sus familias, otros solos y otros que habían sido víctimas de trata por redes criminales.

“Fue una situación absolutamente angustiosa”, recordó Maye. “Muchas de las niñas nos dijeron que sus circunstancias, tener que vivir en las calles en extrema pobreza, las había forzado a la explotación sexual”.

La única solución concluyó el equipo, era abrir un nuevo hogar en la región.

Mayerlín Vergara lideró la apertura del centro y desde entonces, con su equipo de trabajo y en articulación con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, y el apoyo de la cooperación internacional, ha ofrecido a niños, niñas y adolescentes, refugiados venezolanos, una oportunidad para curar sus heridas y volver a soñar.

Unos 5 millones de venezolanos han abandonado su país en los últimos años, huyendo de la escasez de alimentos y medicamentos, la inflación galopante y la inseguridad generalizada. Se estima que 1,8 millones de ellos han buscado protección en la vecina Colombia como refugiados venezolanos.

Actualmente, alrededor de 40 niños viven en la amplia casa de dos pisos, que incluye cuatro dormitorios y está construida alrededor de un patio interior con dos imponentes árboles de mango. Alrededor del 80 por ciento de los que viven en el hogar son niñas, muchas de ellas indígenas Wayúu y Yukpa, cuyas comunidades se extienden a ambos lados de la frontera entre Colombo y Venezuela.

El lugar para re-nacer

Maye cuenta que se dieron a la tarea de atenderlos en la casa hogar de Riohacha, donde los niños pudieran sentirse tranquilos.

“Cuando llegar a la Fundación Renacer hay mucha culpa, las niñas están llenas de odio, de rencor, de resentimiento, sienten repulsión, asco, vergüenza… Ellos necesitan una persona que las escuche, que pueda generar un ambiente de confianza con ellos”, nos dice.

Una confianza que se convierte en empatía y les da la posibilidad de tener algo que perdieron cuando decidieron huir de casa, fueron abandonados, separados de sus familias u obligados a ejercer esa actividad: la posibilidad de ser escuchados.

Así y allí consiguen recuperar su libertad. Sentirse libres, tranquilos y en paz en medio de un ambiente que los hace sentir en casa, amados, respetados, dignificados y pertenecientes a una familia.

“Tenemos la tarea como educadores de observar, de atender, de escuchar. Casos de éxito muchos…Tenemos chef, estilistas, enfermeros, médicas, contadores”, cuenta Maye, quien también manifiesta su profunda satisfacción y alegría por verlos crecer.

“Para mí ha sido un privilegio, creo que ha sido una lucha incansable que cuando vemos los resultados entendemos por qué es importante seguir. Ver transformar el dolor en sonrisa, ver transformar cualquier sentimiento negativo en sueños, eso no tiene precio”, confirma.

Resultados en testimonios

“Ella es su estrella del norte”, dijo Tashana Ntuli, oficial de protección de ACNUR, la Agencia de la ONU para los Refugiados, en Riohacha. “Maye defiende a esos niños y sus derechos, con uñas y dientes”.

“Ver más allá de la agresividad hasta el dolor en sus expresiones, ver sus almas, todo ese dolor, creo que eso fue lo que me hizo conectar con ellos y querer ser parte de su proceso de rehabilitación”, explica.

“La vi como una madre adoptiva… porque siempre estaba ahí cuando la necesitabas”, dijo Jessica*, una emprendedora de 30 años y madre de dos hijos que vivió de 13 a 16 años en la casa de Barranquilla después de que su madre la obligara a la explotación sexual. “Ella realmente nos escuchaba y la forma en que nos trataba era muy especial”.

José de los Santos, oficial de Bienestar Social del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar en La Guajira que coloca en la Fundación a niños que han sido víctimas de abuso sexual en sus hogares, dijo que emergen transformados.

“Cuando salen, no son los mismos niños que entraron”, dijo. “Se van con un nuevo propósito en sus vidas, llenos de ambición, esperanza y amor. Es un cambio real”.

Premio Nansen de ACNUR

Por su extraordinario trabajo a favor de niñas, niños y adolescentes víctimas de trata y explotación sexual comercial, Mayerlín Vergara Pérez, llegó a ser la ganadora del Premio Nansen para los Refugiados 2020 de ACNUR.

Un prestigioso galardón anual, que se entrega este 5 de octubre, y el cual honra a quienes han hecho todo lo posible para apoyar a las personas desplazadas por la fuerza y ​​apátridas.

“Para mí, el premio representa una oportunidad para las niñas y los niños”, dijo Maye, y agregó que esperaba que mostrara que “es posible que las personas sobrevivientes de violencia sexual cambien sus vidas y emprendan proyectos de vida que sean positivos para ellos, para sus familias y para la sociedad. Es posible”.

Noruega y Suiza han estado comprometidos con el Premio Nansen para los Refugiados. En un mundo donde el 1% de la su población se encuentra desplazado es más importante que nunca alentar el trabajo de quienes han optado por brindar protección y nuevas oportunidades de vida para quienes han tenido que dejarlo todo.

“Maye es un ejemplo de entrega, valor y compromiso para que niños, niñas y adolescentes que ya han tenido que sufrir el desplazamiento forzado, puedan sobrevivir además a las heridas que dejan violaciones a sus derechos tan graves como la trata y la explotación sexual”, manifestó Jozef Merkx, representante de ACNUR en Colombia.

*Nombre cambiado por motivos de protección.

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