viernes, abril 26, 2024

¡MACABRO! Un año después de su desaparición encuentran el cadáver de una maestra en Carabobo

El exesposo de la maestra Rebeca está preso tras confesar el asesinato

A la maestra Rebeca como todas las conocían en el sector El Sisal, en Vigirima, estado Carabobo, sus familiares la buscaron durante un año, puesto que creían que estaba viva. El exesposo confesó el crimen y dijo que la había enterrado en el patio de una casa.

Esta es la historia de este caso publicado por el diario el Carabobeño y que a continuación reproducimos.

Recorriendo calles

Era febrero de 2022. Los Martínez pasaban los días recorriendo las calles de El Sisal, en Vigirima, municipio Guacara, entregando volantes con la foto de «Rebeca». Ya tenía varios días desaparecida y la familia estaba preocupada. No fue sino hasta casi un año después – este martes- que la encontraron muerta y enterrada en una casa deshabitada.

Al parecer, en año viejo habrían reactivado el teléfono de Rebeca, luego de meses de haber sido apagado. No pasó mucho tiempo para que comisiones policiales arribaran a la calle La Vecindad en El Sisal. El lunes 2 de enero ya estaban en la casa donde presuntamente estaba el teléfono de la mujer, de profesión docente, de donde se llevaron a un hombre detenido.

Los investigadores ya tenían a un principal sospechoso: «Jairo», el exesposo de Rebeca. A pesar de esto, la familia Martínez estaba incrédula. ¿Cómo podría estar implicado en la desaparición si hasta nos ayudaba a buscarla?, se preguntaban. Sin embargo, poco después habría confesado que asesinó a la mujer y la había enterrado en una casa de la comunidad.

La Vecindad estaba repleta de vecinos la tarde de este martes. Ya estaba confirmado: La mujer que desde el 17 de febrero había desaparecido, fue hallada muerta en una vivienda sola que de vez en cuando «Jairo» cuidaba e iba a limpiar. El cadáver estaba enterrado a un metro y medio aproximadamente de profundidad, al pie de un samán.

No había dudas. Se trataba de Maryuri Rebeca Martínez Cardoza, de 37 años de edad, a quien su familia y amigos conocían como «Rebeca». Tenía cuatro hijos, los dos menores con «Jairo», de quien se había separado hacía unos cinco años.

El día de su desaparición había salido a hacer unas diligencias personales. Un par de días después, al no llegar, su padre decidió denunciar el caso ante el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas (Cicpc). «Jairo», por su lado, buscó a los niños que estaban con su familia materna y se hizo cargo de ellos. Se mostraba como un excelente padre, pendiente de las asignaciones escolares de los pequeños, y presto a colaborar en la búsqueda de Rebeca. Siempre preguntaba si había nuevas noticias sobre el paradero de la mujer.

Para los vecinos también fue una sorpresa el hecho. Sobre todo, el presunto culpable. «Ese chamo se crió aquí. Todos lo conocemos. Un chamo sano. Tranquilo. Siempre pasaba por aquí como si nada, para ir a la casa a limpiar el monte. Que nos íbamos a imaginar que había enterrado a una mujer ahí», contó Juan, un habitante del sector.

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«Me fui para Los Teques»


Unos cuatro días después de la desaparición de Rebeca, al teléfono de su padre llegaron varios mensajes: «Me fui para Los Teques». Supuestamente, la docente había dejado todo en El Sisal para irse con una pareja a otro estado. Al menos esa fue la coartada que habría usado «Jairo», haciéndose pasar por la mujer, para justificar la ausencia de su expareja.

Después de esos mensajes, el teléfono de Rebeca lo apagaron, hasta los últimos días del mes de diciembre.

Nadie escuchó gritos de auxilio. Tampoco vieron entrar a la mujer a la casa donde fue encontrado el cadáver, que a pesar de haber pasado diez meses, supuestamente, no fue hallado como osamenta, por eso hay quienes especulan que Rebeca no fue asesinada en febrero sino después. Mucho menos percibieron un mal olor en los alrededores de la vivienda. “Jairo” la habría ahorcado.

Tras el hallazgo, que terminó alrededor de las 2 de la madrugada de este miércoles, «Jairo» fue sacado del lugar en una patrulla de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) y escoltado ante la posibilidad de ser linchado, mientras que la comunidad gritaba: ¡Asesino! ¡Asesino!

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