sábado, abril 20, 2024
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Roberto Trobajo
Roberto Trobajo
@Roberto_Trobajo

Los narcos capos Castro
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Principios de la década del 80: llega a Cuba el colombiano Fabio Vázquez Castaño, vinculado a la guerrilla del M-19, y con la ayuda de un dirigente del Partido Comunista de Cuba (PCC), logra hacer contacto con Manuel Piñeiro “Barba Roja” director del Departamento América, sección de inteligencia del PCC. Vázquez Castaño le propone un negocio, consistente en la adquisición de armas en Cuba y pagos con cocaína.

Piñeiro le expone a Fidel Castro que las drogas con destino a los Estados Unidos eran un elemento desestabilizador del gobierno y sociedad de ese país. Al tiempo en que la cocaína sería el equivalente a moneda convertible y que además ayudarían a la guerrilla colombiana.

Fidel consulta a su hermano Raúl, quien acepta la utilización del narcotráfico como venganza histórica frente al imperio norteamericano, mientras se apoya a los guerrilleros colombianos, coincidiendo ambos en que así también estarían obteniendo ganancias millonarias en dólares, vitales, dado el férreo aislamiento económico que tienen por el embargo de Estados Unidos. El negocio es aprobado.

“Fidel consulta a su hermano Raúl, quien acepta la utilización del narcotráfico como venganza histórica frente al imperio norteamericano, mientras se apoya a los guerrilleros colombianos”

Para su implementación, Fidel y Raúl se reúnen con el general y ministro del Interior José Abrahantes, a quien le confían organizar la ejecución de las cuidadosas y secretas operaciones de apoyo logístico al narcotráfico. Acordando que a Fidel le tendrían que mantener siempre informado de todo, pero que Raúl sería quien estaría al mando, y al ser el Ministro de las Fuerzas Armadas, accionaria de conjunto con Abrahantes por el Ministerio del Interior.

Raúl Castro y José Abrahantes crean equipos de trabajo, encabezados por sus hombres de más confianza, y de conjunto elaboran y ponen en marcha los planes de acciones, ejecutados tras el visto bueno de Fidel Castro.

El gobierno cubano empieza a facilitar las aguas territoriales y en algunos casos permite que avionetas cargadas aterricen en Cuba. Para pasar de Colombia a la Florida se tienen que hacer largos rodeos, aviones que gastan mucho combustible –DC3 y DC4- la técnica utilizada es la del bombardeo: despegan de Colombia y frente a las costas de Cuba se bombardea el cargamento a unas lanchas rápidas, regresándose a Colombia; mientras la cocaína, cargada en aguas cubanas, sigue su rumbo hacia los cayos de la Florida.

En zonas estratégicas se dejan cargas exclusivas para el gobierno cubano, la “comisión”. Para evitar que los soldados cubanos o algún pescador desconfíen, se hace creer que tales cargamentos son incautados.

El gobierno cubano hará saber que los cargamentos de drogas confiscados a los narcotraficantes son destruidos, por incineración, en los hornos de la empresa siderúrgica Antillana de Acero, localizada en el municipio del Cotorro, en las inmediaciones de la Habana. Estas operaciones de “destrucción” de drogas son ampliamente publicadas por la prensa cubana.

Realmente los cargamentos de drogas confiscados son mantenidos en almacenes especiales del Ministerio del Interior. Lo que se transporta y quema en la empresa Antillana de Acero son paquetes con desperdicios. El encargado de supervisar la operación es el teniente coronel Rosal, casado con una hija del jefe de la inteligencia cubana: Ramiro Valdez, muy amigo de los hermanos Castro y de Abrahantes.

La verdadera droga es transportada en un barco de la Marina de Guerra de Cuba, al mando del almirante Aldo Santamaría Cuadrado, quién después la lleva a naves de contrabandistas o narcotraficantes no residentes en Cuba, quienes esperan en puntos de la cayería norte de Cuba o en Cayo Largo del Sur.

Con parte de los dólares obtenidos, el general del MININT Patricio de la Guardia Font le compra armas a Vietnam. Las armas son transportadas a Colombia, por mar, llevadas por el viceministro del interior, Pascual Martínez Gil, quien tiene entre sus funciones cuidar el yate personal de Fidel Castro.

Un 13 de agosto, en una de las residencias de la playa habanera Tarará: familiares y amigos íntimos de Fidel Castro le celebran su cumpleaños. Los asistentes le regalan antigüedades y armas; llega José Abrahantes con una maleta-portafolio llena de dólares provenientes de los negocios del Ministerio del Interior, y al entregársela de regalo a Fidel Castro, le comenta sonriente: “unos dólares para la Revolución”. Fidel le agradece con un abrazo y se la entrega a Pepín Naranjo, el contador privado del Comandante.

Omar Torrijos, presidente de Panamá, decide restablecer relaciones con Cuba y visita a la Isla, es muy bien recibido por Fidel Castro, acordando ambos empezar de inmediato a estrechar sólidos lazos de cooperación. Al mismo tiempo, Noriega, jefe de la inteligencia panameña, sostiene reuniones con Raúl Castro y José Abrahantes.

Como resultado de esta visita: se comienza a instalar en Panamá un entramado comercial de amplias proporciones. El Ministerio del Interior cubano crea el Departamento de Operaciones Especiales “MC” al frente del cual ponen al coronel Tony de LaGuardia, con la misión de burlar el embargo norteamericano, perpetrar la transferencia de altas tecnologías desde Estados Unidos, así como lograr la introducción de mercancías cubanas en territorio norteamericano, destacándose el objetivo de captar dólares para Cuba a como dé lugar, y en estrecha coordinación con su hermano gemelo, el también coronel Patricio LaGuardia, viabilizar las compras de armas y sus traslados hacía los sandinistas de Nicaragua y a las guerrillas colombianas.

En el intercambio de drogas por armas para las guerrillas, el hombre clave panameño es José Martínez, muy allegado del presidente Omar Torrijos.

El Departamento América del Partido Comunista Cubano, estable relaciones muy estrechas con Noriega. El capo de los servicios secretos cubanos, Piñeiro, empieza a viajar muy seguido a Panamá, asesorando al Presidente Torrijos en todo lo concerniente a las negociaciones de los tratados canaleros con los Estados Unidos.

Pablo Escobar, con la colaboración de Noriega, tiene sus primeros contactos con los militares cubanos. Según confesiones de Popeye, lugarteniente de Escobar: el gobierno cubano llegó a acuerdos de negocios con Pablo Escobar, idénticos a los que ya sostenían con otros narcotraficantes, e incluso adquiriendo una magnitud mayor, ya que en una de las orillas de la bahía de Moa, provincia del oriente cubano, empieza a funcionar una importante planta de procesamiento de drogas.

Noriega, anhelante de poder, sabotea la avioneta donde viajaba Torrijos, haciéndola explotar en pleno vuelo. A la muerte de Omar Torrijos, asume el mando de la Guardia Nacional de Panamá el general Rubén Darío Paredes, quien de inmediato toma distancia del gobierno cubano. En varias ocasiones, tanto en reuniones públicas como privadas, Paredes le expresa a Fidel Castro su oposición a la política de Fidel hacía Centroamérica.

Con el concurso de miembros de los partidos comunistas locales, el gobierno cubano crea condiciones, infiltrando a las Fuerzas de Defensa Panameñas, para inclinar a Noriega hacía una mayor colaboración con la Habana.

Piñeiro y Osmani Cienfuegos llegan a Panamá. Piñeiro coordina el narcotráfico por la parte cubana, mientras que Cienfuegos se encarga del aspecto financiero y comercial de las actividades ilícitas. Las operaciones se les facilitan pues quien realmente manda en la Guardia Nacional de Panamá, es el general Noriega,        ya que Paredes está más preocupado con su aspiración a la presidencia que en atender su cargo de Comandante en Jefe.

Noriega toma el mando de la Guardia Nacional en sustitución del general Paredes, realiza una extensa purga y pone a hombres de su confianza en puestos claves del ejército y del gobierno, de instituciones financieras y aduanas,             de aeropuertos, embajadas y consulados. Una vez con el control absoluto del país, Noriega establece una alianza con los hermanos Castro, sin precedentes en el continente, que incluye el intercambio de información de inteligencia, operaciones comerciales, el apoyo a guerrillas, y negocios ilícitos como el narcotráfico.

Los Sandinistas de Nicaragua estrechan más sus relaciones con Fidel Castro y Noriega; el contacto en Nicaragua es Humberto Ortega, ministro de defensa          y hermano del presidente nicaragüense Daniel Ortega.

Una parte del sobrante de las armas que Cuba había comprado para los sandinistas es vendida por Noriega al M-19 de Colombia.

Los agentes de Piñeiro adquieren en la zona franca de Colón equipos de comunicaciones para las guerrillas de El Salvador y Colombia. Y tienen una vasta convención entre los hombres de Piñeiro y los subversivos colombianos Navarro Wolf, Rosenberg Pabón y Jaime Batemán, a quienes se les proporciona documentación falsa y son enviados a Cuba para que reciban asesorías políticas y entrenamientos militares. El contacto con Noriega es el oficial Camargo.

Noriega sostiene una reunión en Panamá con emisarios de Pablo Escobar, el capo colombiano ofrece el pago de la deuda externa panameña a cambio del uso de Panamá como santuario. Pablo Escobar trasmite una similar oferta a las autoridades colombianas a través del expresidente de Colombia, Alfonso López Michelsen: el pago de la deuda externa colombiana si se les dejaba en paz. El Cartel de Medellín se halla en dificultades, sobre todo después que la policía colombiana les detectara un embarque de éter para procesar cocaína.

El ministro de justicia colombiano, Rodrigo Lara Bonilla, está determinado a deportar a los más notorios jefes del Cartel a los Estados Unidos. La mafia colombiana asesina a Rodrigo Lara.

Pablo Escobar, los jefes de la familia Ochoa, y otros capos tienen que huir de Colombia. Algunos logran refugio en Cuba, los más son recibidos por Noriega.

Escobar viaja a Cuba, y tiene una reunión secreta con Fidel Castro, en un cayo al sur de la Isla, “Cayo Piedra” o “Cayo de Fidel”, pequeño cayo privado, propiedad de Fidel Castro, ubicado entre las playas Larga y Girón, en la Ciénaga de Zapata, provincia de Matanzas. Fidel le ayudaría, pero con Escobar estando en Managua-Nicaragua; el contacto lo mantendrían a través de uno de los generales cubanos de más confianza para los Castro: Arnaldo Ochoa.

La presencia ilegal del Cartel en Panamá, bajo protección de Noriega, resulta de mucho beneficio para al dictador, pues logra mover hacía su dirección una tajada del negocio de narcóticos. El Cartel traslada buena parte de sus operaciones a Panamá, enviando a un centenar de personas: contadores, abogados y sus familiares, reciben de Noriega protección y documentación. Irónicamente, los altos jefes del Cartel empiezan a vivir en casas que anteriormente estuvieron ocupadas por funcionarios estadounidenses, en el Fuerte Amador, cuya propiedad había sido traspasada a Panamá bajo los tratados canaleros. El resto del personal es hospedado en el hotel Marriot.

El gobierno de Estados Unidos es alertado por funcionarios panameños de la existencia de una planta procesadora de cocaína descubierta por indios de la zona selvática del Darién; en consecuencia la DEA presiona a Noriega.

Noriega tiene fuertes disputas con el Cartel porque les está exigiendo una tajada mayor de las operaciones, demandando $1millón por encima de los 5 millones de dólares, originalmente negociados por ofrecer santuario en territorio panameño para lo que necesitasen.

Pablo Escobar se enfurece por la petición de Noriega. Casi todos los jefes del Cartel (Gustavo Gaviria, Pablo Correa, Alfonso Cárdenas y García Rodríguez Gacha) conversan con Noriega para tratar de llegar a un acuerdo sobre el uso del laboratorio de Darién. Cuando el Cartel le niega a Noriega su exigencia de dinero, éste ordena a la Fuerza de Defensa Nacional arrasar el centro de procesamiento de cocaína del Cartel en la jungla de Darién. Así se viola el acuerdo millonario hecho con Pablo Escobar. Y de esta manera Noriega intenta quedar bien con la DEA y el gobierno de Estados Unidos.

Blandón, asesor de confianza de Noriega, en compañía de Camargo,                   eventual jefe de la Seguridad del Estado cubana en Panamá, viajan a Cuba para discutir el ataque a Darién.

El ex presidente López Michelsen también llega a Cuba, representando los intereses del Cartel.

En la reunión que sostienen Blandón y López Michelsen con Fidel Castro, donde también están presentes Camargo y Piñeiro, Fidel les expresa: “que el enfurecimiento de los colombianos por el ataque de Darién era muy peligroso para Panamá y para todo el mundo, el Cartel puede transformar a Panamá en un campo de batalla si Noriega les causa problemas, sería una lucha entre las Fuerzas de Defensa y el Cartel”. Fidel también les señala que “los líderes del Cartel están ansiosos por ver en libertad a sus miembros detenidos, ya que se corre el peligro de que estos engruesen la lista de testigos contra el Cartel en las cortes de los Estados Unidos”. Castro deviene en portavoz de las exigencias del Cartel en cuanto a dinero y aviones, así como de un nuevo acuerdo para conducir los negocios.

Posteriormente, también en la Habana, se reúnen Fidel Castro, López Michelsen y Noriega, donde discuten estos pormenores.

Noriega parte de regreso a Panamá con una fuerte escolta personal suministrada por Fidel; es que Noriega está jugando con fuego: negocia con el Cartel a la vez que traicionaba a los colombianos, ha sido descubierto por los norteamericanos en este juego, y ahora caía en las manos de Fidel Castro.

En Nicaragua, el general cubano Arnaldo Ochoa hace contacto con Escobar y se esfuerza en enfriarle los ánimos al Capo. También en Managua, Piñeiro hace otro tanto, con los Ochoa, quienes están considerando planes para eliminar a Noriega. Terminan cediendo a los consejos de los cubanos quienes les recomiendan que “no deben actuar de forma violenta”, asegurándoles que Fidel Castro está ayudándoles para que Noriega les cumpla.

Noriega es acusado ante un Gran Jurado en Miami por tráfico de drogas, y muy preocupado le pide ayuda a Fidel Castro. Le envían a un grupo de altos oficiales de la Seguridad del Estado cubana para que lo asesoren en esta crisis, ellos son: Arbessú, Ravelo, Ramiro Abreu Quintana y José Luis Ojalvo.

Previendo una intervención norteamericana, Fidel Castro le envía 500 toneladas de armas a Noriega para ayudarle en la construcción de una infraestructura paramilitar de defensa, los llamados “Batallones de la Dignidad”, que pudieran sostener una guerra de guerrillas en caso de una ocupación militar por parte de Estados Unidos.

El gobierno norteamericano obtiene pruebas de los envíos de armas cubanas,                   y lo denuncia.

La maquinaria de desinformación cubana propaga la idea de que Libia, con su ya mala fama internacional, era la proveedora de tales armas.

Ante la inminente intervención militar estadounidense, los agentes y asesores militares cubanos abandonan Panamá y se van para Nicaragua.

Fidel Castro, para desmarcarse de Noriega, hace declaraciones denunciando la participación en el narcotráfico de algunos militares panameños encabezados por Noriega; enfatizando que le preocupaba la suerte del pueblo panameño, ya que los norteamericanos les invadirían militarmente –pretextando detener al narcotraficante Noriega- pero que la real intención del gobierno estadounidense es volver a apoderarse del Canal de Panamá.

El ejército de Estados Unidos interviene en Panamá y es capturado Noriega.

En Nicaragua, el general cubano Arnaldo Ochoa organiza la colaboración entre              Pablo Escobar y Fidel Castro.

Mientras tanto, organismos de inteligencia norteamericanos realizan una operación donde infiltran al piloto taiwanés, Hu Chang, quien aterriza en una instalación secreta del gobierno cubano, en un vuelo procedente de Colombia cargado de cocaína.

Al tiempo en que los narcotraficantes cubanoamericanos, Reinaldo y Rubén Ruiz, vinculados por lazos familiares al alto oficial de los servicios de inteligencia cubanos, Miguel Ruiz Poo, quien había estado destacado en Panamá, colaboran con la DEA buscando que les reduzcan las penas que cumplirían por narcotráfico, y estos dos –padre e hijo- dan varias pruebas para que Fidel Castro pueda ser llevado a los tribunales por sus vínculos con el tráfico de drogas y lavado de dólares.

La Inteligencia Norteamericana, buscando presentar el caso de la manera más irrefutable, planea tenderle una trampa al ministro del interior cubano, Abrahantes, y para estos fines sacan de la cárcel al narcotraficante cubano Gustavo Fernández, alias “Papito”, y le proponen una sustancial rebaja de pena si se presta a montar la celada; plan -en el que hasta utilizarían un submarino- y que consiste en el apresamiento en aguas internacionales de Abrahantes y su posterior presentación a los tribunales y la prensa. Gustavo Fernández, naturalmente, acepta, pero en un descuido de quienes lo vigilan escapa a la Habana, y cuenta todo lo que sabe.

La Casa Blanca expresa que: “Hay pruebas muy claras de que los funcionarios de Castro están implicados en el comercio de drogas, trafican. Nos gustaría que el régimen de Castro rinda cuentas. ¿Es el tráfico de drogas simplemente un acto de funcionarios repudiados o está reconocido oficialmente? El mundo merece una respuesta”.

Fidel Castro no pierde tiempo: detiene y encarcela al ministro del interior Abrahantes, alegando traición a la Revolución por no infórmale a Fidel y Raúl de los contactos con narcotraficantes que estaban haciendo algunos altos oficiales. También detienen a los hermanos Tony y Patricio LaGuardia del Ministerio del Interior y al general Arnaldo Ochoa de las Fuerzas Armadas, acusados de andar haciendo negocios con narcotraficantes como Pablo Escobar, sin la aprobación ni el conocimiento de los líderes de la Revolución.

En los calabozos de Villa Marista, sede de la Policía Política Seguridad del Estado, serán persuadidos por oficiales de la inteligencia y hasta visitados por Fidel y Raúl Castro, donde les piden que no mencionen en sus juicios vínculos de conocimientos por parte del ministro Abrahantes ni de Fidel y Raúl; llegándoles a sugerir que les condenarían severamente para lavar la imagen de la Revolución, pero que después se les colaboraría minimizándoles las condenas.

Los juicios son trasmitidos por la televisión pública, pero de forma diferida,              y al siguiente día de cada sección judicial.

En el juicio al ministro Abrahantes, este siempre manifiesta no saber nada,           e ignorar todo lo que estuvo pasando.

Patricio LaGuardia resultará condenado a 20 años de prisión.

Abrahantes, en su celda, fallecerá “sorpresivamente” de un infarto.

Arnaldo Ochoa y Tony LaGuardia, junto con sus dos más cercanos colaboradores son fusilados.

Mientras tanto Fidel Castro decía por televisión “el imperialismo yanqui fracasó en sus intentos de ensuciar con el narcotráfico la imagen de la Revolución Cubana”.

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