Migrantes venezolanos encontraron un asentamiento ilegal llamado La Pista, ubicado en la Guajira colombiana. Viven en condiciones precarias y aun así aseguran estár mejor que en Venezuela
Testigo Directo cuenta la historia de una comunidad migrante venezolana que halló en La Pista, un asentamiento ilegal de la Guaijira, el sueño de un futuro mejor.
Allí sobreviven almas venezolanas en un terreno baldío sin calles, electricidad y servicios públicos y a merced de las drogas y la prostitución.
La Pista no es más que una gran explanada con cientos de refugios divididos en pequeñas parcelas, ligeramente alineadas construidos con palos.
Las chozas están hechas con paredes cubiertas con bolsas de plástico, cartón o laminas de hojalata. No tienen electricidad, ni agua potable y deben cocinar en pequeños fogones a leña o con carbón.
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Todo el extenso terreno está repleto de basura. Cuando el viento sopla, crea remolinos de polvo y desechos que se esparcen por todos lados. Los olores de los desechos se hacen más intensos con las altas temperaturas del mediodía de la Guajira.
Las enfermedades de la piel están a la vista. Tanto niños como adultos sufren de sarna, llagas o manchas ocasionadas por la falta de agua.
Este asentamiento queda enclavado en lo que fue alguna vez el aeropuerto de la ciudad. Ahora es el refugio de 7.000 familias que buscan sobrevivir cada día.
Hay numerosos niños, de todas las edades. Hay familias con tres, cuatro y hasta diez hijos. La mayoría de los chiquillos pasan días enteros solos, totalmente ociosos, sin ir a la escuela, mientras los padres salen a buscarse la vida y llevar algo de comer.
En La Pista se consigue todo menos “buena vida” por lo que la única diferencia es comer.