martes, abril 23, 2024
EspecialesOpinión"La historia de Andrés"

“La historia de Andrés”
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Contó Andrés, litigante penalista -oficio en peligro de extinción por las trabas y violaciones de ley que cometen muchos policías, fiscales y jueces- fue contratado para asistir a un detenido en audiencia de flagrancia (acto en que el Ministerio Público expone en qué circunstancias fue aprehendido, qué delitos le atribuye y a qué medidas de aseguramiento aspira; la Defensa y su defendido son escuchados; y el juez de control decide si lo pone en libertad plena, deja preso o somete al proceso con distinta restricción, precisando los ilícitos por los que se le investigará).

Dijo se dirigió a los tribunales de Caracas a las 9 de la mañana. Por la cuadra trasera de su puerta principal está la entrada de un estacionamiento en ruinas que es donde atienden a los abogados. En una columna colocan las listas de audiencias del día. Su caso salió entre los primeros y a las  12 del mediodía se anunció; 30 minutos después le notificaron que no había sido designado “formalmente” y debía llevar el nombramiento suscrito por el procesado; adujo que se podía hacer en el tribunal antes de comenzar la audiencia y le respondieron que el juez no aceptaba ese  “criterio”.   

Narró que fue hasta la subdelegación del CICPC donde estaba el cliente y no le permitieron verlo porque no constaba fuera su Defensor, mas le dieron la alternativa de que “colaborando” firmara  el escrito de designación en la celda. Que cuando se lo entregaron pidió lo sellaran y se negaron porque “no era competencia del órgano”, y como a las 2, cuando lo fue a consignar no se lo recibieron porque según sin el sello no tenía valor, lo que significó pagar 4 almuerzos para que lo agregaran en autos.   

A las 3 de la tarde -refirió- atendió llamada de otra cliente quien le avisó que la audiencia preliminar de su hijo era ese mismo día, que el abogado de su compañero de causa le había mandado un mensaje para informarla, sobre lo que dudó porque no le había llegado ninguna boleta, pero al volver a revisar las listas era cierto.  

Se hicieron las 8 de la noche y quedó con el celular sin pila. Incomunicado se preocupó de cómo volvería a casa, porque el centro de la ciudad era un pueblo fantasma; expresó que al insistir con los funcionarios para saber sobre las audiencias, le  respondieron que la de flagrancia la habían realizado a las 6 de la tarde con un Defensor Público porque él “no apareció” y la otra estaba pendiente. 

Relato que a media noche un alguacil le aconsejó no se retirara porque la audiencia se iba a dar, y no le mintió, empezó a las 2 de la mañana, luego de caer un palo de agua huracanado que lo mojó hasta las rodillas, junto a más de 20 colegas que esperaban en circunstancias parecidas, porque por “motivos de seguridad” no se les permitió cobijarse en los pasillos internos del Palacio.

Resaltó que al revisar las actuaciones sólo estaban las actas de aprehensión policial y de la audiencia de presentación que se había celebrado una semana antes del inicio de la cuarentena en marzo, más nada, y lo grave, que la imputación había sido por el hurto de una camioneta año 2007 y la  acusación por el de un carro 2016.

Resaltó que le dieron 5 minutos para revisar el expediente y que al expresarle al juez que jamás pudo leer el fallo de privación de libertad y menos apelarlo, manifestó no era su culpa; que cuando denunció que en el Ministerio Público no le permitieron nunca el acceso por lo de la pandemia, la fiscal lo llamó mentiroso y ratificó la acusación sin importarle el vicio que contenía, ya que por máximas de experiencia sabía que el imputado era responsable, dado que  el vehículo se halló cerca de su residencia.    

Andrés exteriorizó con profundo enojo que el juez recomendó una admisión de hechos porque de lo contrario el asunto iría a juicio y tardaría años para que se diera una libertad que él podía otorgar de inmediato, a lo que se enfrentó hasta que el preso lo tomó por el brazo y murmuró que si regresaba al calabozo se mataba, que confesaría aun siendo inocente… cómo oponerse. Fue condenado a 5 años de prisión por un delito que no cometió.

A las seis de la mañana salió de tribunales. Es la historia de Andrés, la de  miles de abogados en el país que no tiene Justicia. 

@doctorgoitia

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