viernes, abril 19, 2024
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Andrés Villota Gómez
Andrés Villota Gómez
@AndresVillotaGo

La decadencia de la justicia colombiana
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Bernard Madoff, el Mago de las Mentiras, usó en su empresa criminal a un par de ignorantes de bajo perfil, Frank DiPascali y Enrica Cotellessa-Pitz, como sus más cercanos colaboradores que, por su ignorancia y falta de experiencia, no hacían preguntas incomodas, ni cuestionaban lo que les ordenaba su jefe que tenían y debían hacer. Además recibían una millonaria remuneración que era imposible de obtener con su bajo nivel de escolaridad, en otro trabajo diferente a ese, lo que los convertía en empleados leales, incondicionales, enceguecidos, serviles, e incluso, capaces de morir por defender a su patrón.

Frank y Enrica no tenían consideraciones éticas o morales porque tenerlas, podría significar acabar con una vida llena de privilegios y comodidades que, en un lugar diferente, sería imposible de lograr. En el trading floor del que, supuestamente, salían las ganancias irracionales del famoso fondo de inversión, estaban sus hijos (los de Madoff) con los demás Yuppies egresados de las mejores universidades del Ivy League. Esos eran los que se cuestionaban y pensaban, a los que no les cuadraba los números, ni los bonos astronómicos que recibían. De hecho, sus mismos hijos fueron los que entregaron a Madoff a las autoridades competentes. Ya podemos adivinar porqué Gustavo Petro odia a los Yuppies y prefiere rodearse, solamente, de teguas.

El Mago de las Mentiras II, Juan Manuel Santos, replicó la fórmula de Bernard Madoff durante los ocho años de su gobierno, haciendo proliferar el muy bajo perfil en la escogencia de sus colaboradores más cercanos como sus 68 ministros de Estado, salvo contadas excepciones, rodeándose de funcionarios fácilmente manipulables, de firmones. Y para que le cubrieran su retirada, se encargó de dejar sembrados en la Corte Constitucional y en otras instituciones a los que pudiera seguir manipulando mientras que hacía buen uso de su retiro cuidando a sus nietos.

Personas que, salvo por la oportunidad que les dio Santos, jamás hubieran podido llegar a ocupar tan altas dignidades. Su agradecimiento con Santos será eterno. No olvidar que a Carlos Bernal, el único magistrado de las Altas Cortes digno de serlo por su inmejorable formación académica, su inteligencia proverbial y sus principios y valores inquebrantables, lo sacaron corriendo porque no le servía a los intereses personales de Santos, ni se dejó imponer la agenda santista. Era el único que no tenía que venderle su alma al diablo para poder ser magistrado. Una abogada brillante como Natalia Ángel, por ejemplo, nunca podrá llegar a la Corte Constitucional porque jamás se dejaría presionar ni mangonear por un par de presidentes pensionados. Una mujer integra como Natalia Ángel, no les conviene para consumar sus planes de dominación total.

Cada vez que Pablo Escobar cometía algún acto terrorista sanguinario, que superaba en salvajismo al anterior, decían que “Colombia había tocado fondo”. Colombia nunca toca fondo, nada la hace tocar fondo. No tocó fondo, por ejemplo, con las llamadas de los ex presidentes de Colombia, César Gaviria y Juan Manuel Santos, a los magistrados de la Corte Constitucional para que decidieran en contra del presidente Álvaro Uribe, como lo denunció el magistrado Alejandro Linares. Lo patético del asunto es que los magistrados aceptaron la llamada y se dejaron presionar y tomaron una decisión en contra del presidente Uribe. Un delito que permanecerá en la impunidad porque los ex presidentes y los magistrados, en Colombia, son intocables.

Lo que pasa en Colombia con la justicia, con el nivel paupérrimo de los magistrados de las Altas Cortes y con el bajo perfil de los magistrados de la JEP, se está convirtiendo en la mejor razón para hacer un revolcón a la rama judicial. Es claro que los miembros de las instituciones no tienen la dignidad, ni la capacidad para auto regenerarse, auto regularse y para corregir el rumbo. Administrar justicia y ser justos, respetar el Estado de Derecho parece no estar dentro de la agenda de los magistrados de las Altas Cortes colombianas y de la JEP.

La pasividad y permisividad mostrada por la sociedad colombiana son propias del determinismo medieval. La vida de los colombianos está determinada por una voluntad suprema que se esconde tras las sombras, tras las tinieblas. La voluntad de Juan Manuel Santos. No existe el libre albedrío, el futuro de Colombia está en manos del determinismo. Los colombianos son resilientes, por eso los pueden seguir dominando, pisoteando, atropellando, violando sus derechos y libertades individuales. Colombia está condenada a permanecer dominada por Juan Manuel Santos. La pregunta obligada es: ¿Hasta cuándo?

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