jueves, marzo 28, 2024
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Inteligencia artificial con leña
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“Más de dos mil millones de personas no disponen de fuentes de energía limpias y se ven obligados a cocinar con combustibles sucios como el carbón, leña, residuos agrícolas y hasta con los excrementos de animales que terminan siendo estiércol”, así lo explica Juan Carlos Sánchez, experto venezolano en todo lo concerniente a la transición energética, proceso del que hace seguimiento, especialmente a todo lo concerniente al tratado vinculante para los representantes de 193 países que firmaron el acuerdo de París, incluso desde el surgimiento del Protocolo de Kioto.

Partiendo de ese titular tan llamativo, indagué sobre el hecho y me he conseguido con números datos relevantes que confirman la aseveración del investigador venezolano.


En la pesquisa me tropecé con informaciones provenientes del Perú, país en el que según el censo de 2017 del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) “se reportó que el 21,3% de hogares peruanos usaban combustibles contaminantes. Y de acuerdo con un estudio publicado en 2016, más del 95% de la población rural peruana dependía de estos compuestos para cocinar y calentarse.

Sin embargo, no solo en los hogares rurales se cocina con leña: en varios de los sectores más vulnerables de Lima también se utiliza este tipo de estufa para preparar los alimentos”.

Ese párrafo lo conseguí en un ensayo suscrito por Evelyn Ayala, para quien cocinar con leña puede significar una rutina benigna, “pero cocinar con leña en espacios cerrados es altamente dañino para el medioambiente y la salud”.

Ayala advierte que “las estufas de leña son estructuras de ladrillo donde reposa una lámina de metal que sirve para conducir el calor hacia los alimentos.

Debajo de ella ocurre la combustión, que es la reacción química entre el oxígeno y un material oxidable”. Lo cierto es que la propia la Organización Mundial de la Salud (OMS) dan sustento al diagnóstico del experto ambientalista Juan Carlos Sánchez, antes citado, ya que, según estudios ordenados por la OMS “alrededor de 2,600 millones de personas en el mundo están siendo afectadas por los gases que emiten las estufas de leña”.


En Colombia también nos tropezamos con esta realidad ya que “aún existen más de 1,2 millones de familias que cocinan totalmente con leña y 1,6 millones de familias que cocinan con leña y otro combustible, según indicó Luis Felipe Gómez Álzate, presidente de Agremgas”.

Pero el problema pica y se extiende según el criterio de Luz Stella Murgas, presidenta de la Asociación Colombiana de Gas Natural (Naturgas), para quien “la contaminación de la calidad del aire, que en parte deriva de estas prácticas, ha causado 4,2 millones de muertes prematuras anuales en todo el mundo; 91% se producen en países de ingresos bajos y medios como Colombia.

Según reportes del Instituto Nacional de la Salud, esta sería la causa de 15.600 fallecimientos en el país”.

Según la especialista la misma Organización Mundial de la Salud (OMS) ha precisado que “en el territorio colombiano puede haber más de 5.000 personas que fallecen debido al uso de leña y carbón en la cocina”.


En Venezuela, un país identificado como poseedor de cuantiosas reservas de hidrocarburos, también se confirma el uso de la leña para cocinar, tal como lo ha denunciado públicamente y con argumentos probatorios el ciudadano Antero Alvarado, director regional de la firma Gas Energy Latín América, quien al hacer referencia a esta situación aseguró que “hay al menos cuatro millones de familias que usan leña para cocinar alguna comida.

El problema del gas en Venezuela se sigue complicando. No hay importaciones y levantar producción local requiere inversiones», así lo publicó el señor Antero Alvarado en su cuenta de Twitter.


La paradoja que se resume en el título de esta columna, explota al contrastar estos atrasos en los que subsisten esos millones de seres humanos forzados a cocinar con leña, mientras que avanza el desarrollo de la Inteligencia Artificial.

Está a la orden de la humanidad el arsenal tecnológico que se utiliza para agigantar la evolución de los más variados y sorprendentes servicios digitales empleados por personas en todos los confines del planeta Tierra.

De esos laboratorios tecnológicos se promete facilitar las más novedosas ocasiones para que la medicina, los centros de ingeniería, los fabricantes de robots, los planificadores de proyectos económicos y financieros se abran paso ante los ojos de un conglomerado de consumidores enfrascados en un pugilato por ser parte de esa vorágine, en la que se confunden personas cortando leña y otras manipulando su ordenador para acceder a servicios como ChatGPT que ha originado un torbellino de inquietudes en varios sectores de la sociedad.


En el centro de esas polémicas y llamativas contradicciones, se da un debate en torno a las causas y consecuencias del cambio climático y muchos se apuntan a proponer soluciones para que se concrete la anunciada y esperada transición energética.

La lucha es frontal entre negacionistas y promotores de las energías verdes o limpias, como la fotovoltaica, la eólica, y la geotérmica, fuentes de energías renovables que son explotadas a la par de las que se obtienen por la hidroeléctrica o vectores como el hidrógeno verde.


Para proteger a la atmósfera de los ataques mediante gases de efecto invernadero que disparan los combustibles fósiles, se coloca sobre el mesón de los técnicos muchos inventos deslumbrantes, como el nuevo sistema para extraer el dióxido de carbono y seguidamente depositarlo en el océano.

En Finlandia han concebido un método según el cual es factible atrapar el CO2 del aire hasta tres veces más eficientemente que como lo hacen en la actualidad, ya que lo que se proyecta es transformar ese CO2 en bicarbonato de sodio y almacenarlo de forma segura y mucho más barata en las profundidades del mar.

Por otro lado los investigadores de la Universidad de Twente, de los Países Bajos, han logrado desarrollar un material que podría garantizar resolver una de los más sensibles limitaciones para producir hidrogeno verde, como son los elevados costes. Los científicos de esa casa de estudios han concluido que la clave está en la combinación de cinco materiales muy abundantes que los llevaría a prescindir del empleo de los costosos platino e iridio.


Lo insólito es que mientras los científicos son capaces de concluir sus desvelos investigativos con estas novedades, a la misma vez, UNICEF da cuenta de que “unos cinco millones de niños fallecieron antes de cumplir cinco años en 2021 y más de dos millones de niños y jóvenes de entre 5 y 24 años perdieron la vida, principalmente por no contar con asistencia sanitaria adecuada, según el informe del Grupo Interinstitucional de la ONU para la Estimación de la Mortalidad en la Niñez (UN IGME, por sus siglas en inglés)”.


Esas paradojas no las plasmo en esta columna para desestimular, menos para desacreditar el avance de las tecnologías, sino con el propósito de clamar que la inteligencia del ser humano apunte a buscar soluciones a tantas injusticias.


@Alcaldeledezma

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