sábado, abril 27, 2024

¡INFELIZ REGRESO A CLASES! “Cómo hago para mandar a mis muchachos con la barriga vacía y el uniforme viejo”

El año escolar 2023-2024 comienza con mal pie, con maestros malpagados, escuelas con fallas estrtucturales y sin esperanzas de una mejora

María Elisa (nombre ficticio para proteger su identidad) era maestra y se cansó de ganar 14 dólares al mes, por lo que se dedicó a hacer tortas para vender en plena pandemia, lo que más tarde convirtió en un emprendimiento con el que vive actualmente, gracias al empuje de sus hijos que le ayudaron desde afuera y a su nieto de 16 años que le apoya con las redes sociales para impulsar el negocio.


Maigualida ayuda a María Elisa en su casa y así como limpia en esta vivienda, lo hace en otras dos, un día a la semana en cada una. Desde la pandemia no pudo seguir yendo a la oficina donde trabajaba “fija”.

En cada casa que limpia le pagan 10 dólares por día y se redondea 120 dólares al mes. Pero tiene tres hijos, dos en bachillerato y uno en primaria.

Siente que hace “maromas” para que eso le alcance, porque “con este inicio de clases cómo hago para mandar a mis hijos al colegio con la barriga vacía y el uniforme viejo”.


En conversación con Impacto Venezuela, ambas mujeres desnudan una realidad que desmiente de cabo a rabo las afirmaciones de la administración de Nicolás Maduro, en cuanto a este supuesto “feliz regreso a clases” desde este 2 de octubre pasado.


En el caso de María Elisa, ella, siendo maestra de vocación, tuvo que dejar de lado su profesión y dedicarse a los postres “que también es un oficio que me apasiona, pero que no es lo que estudié ni para lo que me preparé por años. Simplemente, tuve que actuar con la cabeza ante la necesidad. Mis hijos migraron por la crisis y yo me quedé dando clases, con los zapatos viejos y casi sin dinero para los pasajes. Además, me dejarion a mi nieto para que lo cuide”, cuenta.


Maigualida la secunda en cuanto a la gravedad de la situación y agrega: “aunque las personas con las que trabajo siempre me regalan comida y ropa, no es lo mismo que comprarse uno mismo sus cositas, como antes, cuando con mi trabajo lograba sacar adelante a mis dos hijos mayores que ahora se empeñan en dejar el colegio para trabajar, pero yo no los dejo. Aunque sea con el uniforme remendado van a seguir asistiendo. Lo que me duele es que los colegios públicos ya no son los de antes y los muchachos casi no aprenden”, afirma.

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Dos realidades


La primera representa la crisis del sector educativo, desde la perspectiva del educador, cuyo nivel de vida ha descendido, al punto precisamente de que ese personal formado durante años de estudio, está migrando, literalmente, fuera del país o migrando de oficio, para mantener a sus familias. “Porque más ganas vendiendo tortas que trabajando de sol a sol en dos colegios”, dice María Elisa.


Y la segunda es la cara de la familia venezolana de escasos recursos que enfrenta el monstruo de la crisis, por el alto costo de la vida y la baja calidad educativa que mina cualquier cualquier esfuerzo. “Es rudo que tus muchachos te pidan zapatos nuevos, uniforme nuevo y bonito y no el del año pasado que, de paso, ya casi no les queda”, se lamenta.

No hay propaganda que valga


Con motivo del regreso a clases, la propaganda gubernamental está llena de anuncios sobre ferias escolares que ofrecen el acceso a los útiles escolares “a precio solidarios”. Lo que no dice la propaganda es que esos “precios son en dólares”, por muy bajos que sean.

“No se debe soslayar el infeliz regreso a clases para los padres que difícilmente logran colocar a la muchachada a las puertas del aula, sin garantía alguna de sostenimiento”, denuncia el exdiputado y docente universitario, Luis Barragán.

“Ya no es motivo de alegría la prácticamente imposible adquisición de los libros, útiles, zapatos y uniformes escolares, aunque emprendan todas las expediciones necesarias en las ferias escolares”, agrega.

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La destrucción del sistema y el doble discurso

Pero, más allá de esto, en entrevista para Impacto Venezuela, Barragán denuncia que “padecemos un largo y sistemático proceso de destrucción de la dignidad personal”,” que se puede ver en muchos de los rostros de los maestros en la marchas.

De paso, el entrevistado resalta que en el país hay “una fracturada relación entre los niveles de instrucción académica y las movilidades sociales que bastante compensó los excesos del rentismo petrolero del siglo pasado”.

Barragán se refiere a la época de abundancia de la “Venezuela saudita”, cuando la instrucción garantizaba, con esfuerzos, progresar y ascender en la escala social, sin problemas.

Sostiene que lo peor es que desde el Estado hay una suerte de “hipocresía”. “No existen en la práctica los gremios magisteriales bajo la estricta mirada de los funcionarios ministeriales que velan por la paz laboral. Pero, tampoco constatamos un sentido y sentimiento de igualdad en la era socialista, pues, la prole de los más importantes funcionarios del Estado o partido cursa estudios regulares en las exclusivísimas instituciones en Venezuela y el extranjero”, lamentó.


Enfatiza que actualmente, “los maestros, por razones pandémicas o salariales, no pudieron ni pueden acudir frecuentemente al salón de clases, solo por mencionar que no puede con el costo del transporte público, por ejemplo”.

Las cifras no mienten

Para ratificar lo que afirma Barragán está el cendas-FVM, entidad creada precisamente para calcular el costo de la vida de los venezolanos con base en la realidad y que su origen está en el gremio docente.

Por ello, a propósito del regreso a clases poara este 2023-2024, publicó un estudio del poder adquisitivo del salario promedio de un docente respecto al precio de la Canasta Alimentaria Familiar (CAF) que está ubocado en 502 dólares.

El Cendas-FVM sostiene que ese poder adquisitico de los maestros “presenta un déficit de 95.1% de su salario mensual”.

De hecho, un maestro “requiere 20.5 salarios promedio para cubrir el costo de la Canasta Alimentaria Familiar”.

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Las famosas Bricomiles

Con gran pompa, la administración madurista anunció hace meses la instauración de las llamadas “Bricomiles” o brigadas cívico-militares para la custodia y recuperación de los colegios públicos.


Al respecto, la dirigente gremial del sector Gricelda Sánchez, presidenta de la asociación civil para la formación de dirigentes sindicales (Fordisi), denunció que los docentes venezolanos comenzaron el año escolar “con muchísima presión y persecución”, en referencia a la militarización de los colegios en al menos 70%, en todo el país.

“Estos efectivos estaban presentes supervisando la asistencia de los maestros e incluso tomando asistencia, insólito que se hayan acercado ahora y no durante la temporada vacacional, evitando el saqueo de instituciones por el hampa”, afirmó.


Añade que se trata de “una medida intimidatoria más por parte del Ministerio de Educación respondiendo al fuerte ausentismo de profesores los cuales con los salarios de hambre se les dificulta sobremanera asistir a sus trabajos”.


Sánchez aprovecha para calificar de “insultantes las declaraciones de la ministra Yelitze Santaella, donde pide a los docentes que tengan fe y esperanza, cuando lo que hay es las escuelas es una fuerte campaña de amedrentamiento contra el gremio docente”.


“No se trata de perder o no la fe, el tema es que los maestros necesitan su salario para vivir, por ejemplo, es imposible para muchos educadores tomar dos camionetas para ir al trabajo cuando no tienen ni siquiera comida en su casa”, lamenta.

Ausentismo


Esta semana, los reportes de los medios abundan en reseñas sobre el ausentismo en las escuelas que llega a 80%, como lo denuncia Carmen Teresa Márquez, presidente de la Federación Venezolana de Maestros (FVM).

“Los maestros están en pobreza extrema, con sueldos miserables y no pueden seguir viviendo con el salario que tienen”, asevera.


“La manera en la que el gobierno debería ver si un maestro fue o no a clases es invirtiendo en la educación, pagándoles bien y continuando con la discusión del contrato colectivo”, acota.

Fallas y más fallas


Para el educador e investigador Carlos Trapani, integrante de Cecodap, el comienzo del año escolar 23-24 se da “con las mismas fallas del período anterior. Llama la atención los horarios mosaicos especialmente en el interior del país. En algunos centros educativos los niños tienen clases solo dos días de semana y los otros tres no, para que el docente pueda dejar la docencia y hacer otras actividades para completar sus ingresos”.


Además, destaca que “persisten los problemas de servicios públicos y no hay información precisa sobre la inversión y estrategias para garantizar el programa de alimentación escolar. Si los niños no se les garantizan comer en la escuela, simplemente no van”.


En cuanto a la infraestructura escolar, denuncia el mal estado de la misma y cita el caso específico de una comunicación escrita que le llegó a cada padre en el Táchira, donde le decían que cada alumno debía llevar su pupitre.


En este sentido, Trapani recordó que la “Ley Orgánica de Educación reconoce en su artículo 5 el principio del Estado Docente. Por tanto, el Estado ejerce una función rectora en materia educativa. Esta función de acuerdo a la ley es indeclinable y de máximo interés. Al ser el Estado el ente rector en materia educativa asume la obligación de garantizar la infraestructura, la dotación y equipamiento en todo el sistema educativo oficial”.

Realidad descarnada


Desde que terminó el año escolar 22-23, el Observatorio de Educación de la ONG Fundaredes, denunció que “el Estado no brinda a docentes ni estudiantes, las políticas necesarias y básicas que garanticen un proceso de enseñanza y aprendizaje óptimo para la formación de niños, niñas y adolescentes”.


Y nada ha cambiado, obviamente en solo dos meses de vacaciones. Este nuevo año escolar trae las mismas fallas del anterior.

“El país padece de una crisis en el sistema educativo, que afecta gravemente los niveles de vida de los educadores, los cuales no perciben las remuneraciones salariales que les corresponden. Los docentes reciben salarios irrisorios que no equivalen al servicio, que por años prestaron a la formación de niños y jóvenes venezolanos”, señala un informe del observatorio.

Mientras que Cecodap, a través del “Diagnóstico de Educación Básica en Venezuela”, calcula que alrededor de 69 por ciento del total de colegios de Venezuela presentan carencias o vulnerabilidades graves.


Las carencias más comunes de carácter agudo son: servicios de salud (93,7 por ciento), internet (85,7 por ciento), salas de teatro o música (84,9 por ciento), laboratorios (79,6 por ciento), electricidad (69,9 por ciento), agua (56,6 por ciento), canchas deportivas (46,8 por ciento) y aulas de clase (17,6 por ciento).


Además, 59 por ciento de los planteles encuestados “presentan graves problemas de infraestructura, originados por un desgaste natural, pero también por la falta de mantenimiento preventivo y correctivo. Es una constante la presencia de filtraciones, techos caídos, baños inoperativos, falta de pupitres y un precario acceso a servicios públicos especialmente de agua potable, aguas servidas, gas doméstico y electricidad”.

Alerta que “la profunda crisis del sistema educativo venezolano tendrá lamentablemente severas consecuencias negativas en las posibilidades de desarrollo futuro del país. Corregir cuanto antes esta precaria y delicada situación es una prioridad para todos los venezolanos”.

Este año, los maestros respondieron a la crisis en la calle. Han marchado y alzado su voz en todo el país. La respuesta del Estado es “la nada”.

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