jueves, abril 18, 2024
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Extorsión policial plumífera
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Desde el 2010 Katty trabaja en un matadero de pollos en Los Teques, población del estado Miranda en Venezuela,  los últimos tiempos intermitentemente, cuando llegan, según por consecuencias de la “guerra económica”.  Es obrera, embolsa.  No ha ascendido en la empresa y peor, gana un dólar semanal, pero no renuncia porque recibe cada quincena bono de diez aves que es con lo que ha subsistido, haciendo trueque, para mantenerse con dos hijos y nieta.

Hace cinco años logró ahorrar algo de dinero.  Lo invirtió en una moto, para venderla por si se presentaba cualquier emergencia, que acaeció.  La negociación la hizo como es normal en sectores populares:  toma tu dinero, dame lo mío.  Fue pasando así por muchas manos hasta que el pasado diciembre mataron al último comprador para robársela.

Comenzaron las pesquisas y lógico, abarcaron a quien aparecía en el registro legal como dueño, y compañía.  Fueron a él y de ahí pasaron a Katty y varios.  La  buscaron en casa un lunes,  temprano, no estaba.  El “sutil” llamado a la sospechosa lo atendió su vástago adolescente a quien los gendarmes llevaron detenido a “El Paso”, centro de operaciones.  Sabían era efectivo para hacerla aparecer, de hecho, en menos de una hora se apersonó.     

Le ordenaron callar y advirtieron que si intentaba buscar ayuda los problemas serían mayores.  Salteado la interrogaron hasta que llegó la pregunta clave:   ¿dónde trabajas?… “en un matadero de pollos”.  Los ojos de los sabuesos brillaron, diciendo el de mayor rango:  “te vas, pero mañana  de madrugada estás aquí con 40”.   Desde el mediodía hasta las once de la noche la tuvieron “retenida” sin tomar agua, comer, ir al baño y parada.

 Sólo cinco consiguió, los de su nevera, pero se presentó, a fin de cuentas el que no debe no teme.  La pasaron a una oficina inmunda en el área de calabozos.  Rindió declaración pero no la soltaron, faltaban 45, sí, 45, la cuota había aumentado porque al jefe de brigada lo dejaron por fuera y no  podía permitir el “guiso”. Un grupo salió con ella a practicar  visita domiciliaria en su residencia y la de otro “sospechoso”… inútiles.  Regresaron, de nuevo a la zona de celdas;  la esposaron a silla, y sorpresa, nuevo número de plumíferos, 60, 30 en la tarde y 30 el próximo martes.  Era un acuerdo al que se había llegado entre captores y el  jefe de seguridad del matadero, compañero de graduación de los activos, quien enterado de los hechos pretendió aplicarle “operación colchón” con el convenio.

Pero los extorsionadores no se dieron cuenta que Katty portaba un celular.  Aprovechando que almorzaban pudo comunicarse con juez jubilado a quien en pasada época le sirvió como doméstica.  De alguna manera tenía que enfrentar la jauría de polizontes.  El togado contactó al supervisor de regiones quien a su vez lo hizo con el comisario de área.  Ayudaron.  El número 1 local se dirigió a donde estaba privada de libertad y gritó su nombre, la ayudó que era apellido Rico, igual que el del Director Nacional de policía.  Brincaron los guapos como corderos.

La pasaron a otro piso y hasta café le dieron.  El acta que  era garantía del botín, en minutos apareció y se firmó.  Saliendo le ofrecieron disculpas por el “error”.  Un  funcionario, de los “buenos”, le hizo saber su solidaridad reprochando el abuso, pero lo justificó aclarando no fue la única a quien se le pidió vacuna;  el “malo” no volvió a verla, estuvo cabizbajo, asustado, porque a final de la tarde tendría  que rendir cuentas con sus compinches.

Refieren con preocupación abogados y víctimas sobre la modalidad delictiva que está aconteciendo, consistente en que al averiguarse el delito se hurga en el entorno para saber quién posee ciertos recursos económicos, luego se entrevista a cualquiera que lo menciona, sin ver con el asunto, para tener la excusa de citarlo y perturbarle la existencia como a Katy, con amenaza de cárcel si no paga. Los directivos saben del desastre… el caos los absorbe.

Se desató el sálvese quien pueda, cuiden sus pollos.

@doctorgoitia

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