jueves, abril 18, 2024

En Petare, la basura de algunos mitiga el hambre de otros

Montones de desechos se apilan y son parte del paisaje al llegar al sector El Esfuerzo en Petare y como el hambre no conoce de pandemia, cientos de personas según su posibilidad luchan por lo mismo: sobrevivir

Junior tiene 9 hijos. Empezó temprano como el mismo nos dijo. Aunque tenía un pedazo de trapo negro como tapaboca nos sonreía mientras conversábamos. Todo ocurre en Petare.

La tertulia transcurría con el zumbido ensordecedor de millones de moscas pequeñas y grandes. Gusanos y olores mezclados entre sí.

Este hombre de 40 años tiene un contenedor inmenso como oficina, allí selecciona la basura que la comunidad lanza en plena calle. “La gente no colabora” dice, paradójicamente si no hay desechos ellos no tienen trabajo.

Ser recolector en Petare genera diario unos 15 dólares que se gastan en comprar algunos alimentos y pasaje. Junior es de Santa Lucía y viaja a diario a buscar el sustento.

“Tengo 9 hijos, no todos son míos, pero los quiero y veo por ellos. Yo me conseguí una familia cuando me andaba portando mal. Trabajo porque ahora viene uno en camino y yo no quiero que mis hijos haga esto”.

Como Junior, hombres, mujeres y adolescentes llegan a este punto, justo frente a la entrada del barrio La Agricultura.

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¡La necesidad de comer lo impensable!

No todos quienes trabajan y comen de la basura son indigentes o “piedreros” como dicen vulgarmente en la comunidad. Hay personas mayores, abandonadas por su familia que al no tener un empleo ni ingreso económico son víctimas de la desesperación.

Nos acercamos a una mujer mayor, de unos 70 años. Llevaba una falda azul y tapaboca casero. No quiso fotos, ni entrevista, solo dijo al aire “si tuviera plata de bolas que no estaría aquí. Estoy aquí porque tengo hambre”.

Inevitable sentir un nudo en el estómago al imaginar a mis familiares de esa misma edad, luego de agradecer a Dios estar viva y sana. Continúe observando todo a mi alrededor.

La brisa bate y lleva de un sitio a otro el olor a podrido. En ese momento salta un hombre dentro del contenedor, escarbando encontró un pedazo de canilla lleno de hongos. Son dudar le quitó la concha y se lo comió.

De este basurero en ocasiones pueden salir cosas de valor. Prendas de oro, plata, metal y dólares. Lo común es simplemente “rescatar” lo que sirva para sobrevivir.

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