jueves, marzo 28, 2024

Efectos del COVID-19: Wayúu vende su cabello para dar comida a sus hijos

Los efectos de la pandemia del COVID-19 en la economía venezolana son devastadores. Los wayúu son uno de los más afectados, una mujer perteneciente a esta tribu que debió vender su cabello para dar de comer a sus cuatro hijos, es la mejor muestra.

Se trata de María Agustina González, una mujer de 38 años quien cuidaba con celo su larga cabellera desde hace 20 años. Sus hijos de 7, 5, 3 y 1 año, tenían tres días sin probar alimentos. Durante 72 horas les calmó el hambre y el llanto con agua. Sin embargo, el dinero que consiguió solo le durará dos semanas.

“Mi decisión de vender mi cabello fue de desesperación al ver que mis hijos lloraban por comida. Es algo muy duro para mí como madre”, dice González, residente de Paraguaipoa, municipio Guajira, frontera con Colombia. Según reseñó el diario venezolano El Pitazo.

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La mujer wayúu está sin trabajo hace seis meses, desde que inició la cuarentena por el COVID-19. Antes trabajaba como vendedora de refrescos y agua en la frontera de Paraguachón, hoy tomada por las autoridades castrenses para organizar a los venezolanos que retornan y que el gobierno de Nicolás Maduro señala de ser los responsables de propagar el virus en el país.

El sábado 12 de septiembre, tres días después de un ayuno obligado para sus niños, vendió 50 centímetros de su cabello por 70.000 pesos. Le alcanzó el dinero para comprar un kilo de leche, cinco de harina, seis de arroz, tres de azúcar, tres de espaguetis, dos litros de aceite y «un pollo que rindo para cinco almuerzos», precisó.

Para María Agustina González, el cabello es símbolo de pureza y un regalo de Dios. María Agustina tenía 20 años cuidando su larga cabellera, apenas la cortaba dos veces al año entre dos y tres centímetros. La desesperación de ver y escuchar a sus hijos llorar por hambre, la llevó a desprenderse de lo que consideraba más sagrado de su cuerpo.

“Cuando ese hombre me estaba cortando el pelo sentí un gran vacío en mi corazón. Sólo le pedía perdón a Maleiwa (Dios) por esta decisión que había tomado para salvar la vida de mis hijos, que se estaban muriendo del hambre que vivimos en nuestra casa”, ha manifestado.

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