viernes, abril 19, 2024
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Mauricio Cabal: cruzar la frontera no siempre es la salvación
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Para muchos venezolanos salir de su tierra ha sido una difícil decisión y, quizá, una de las peores pesadillas que afrontan. Aunque no todos los casos son iguales, solo algunos han gozado del privilegio de vivir confortablemente en un país extranjero y tener solvencia económica que les permite enviar a quienes se quedaron una buena remesa para subsistir mucho mejor.

El peligro de cruzar la frontera

A todos los migrantes les cuesta mucho adaptarse a un país desconocido, cambiar tradiciones, cultura e, incluso, aceptar nuevas palabras para renombrar lo que se conocía de otra forma, pero esto es lo más básico. 

Cruzar la frontera es para muchos vivir los días al límite, estar expuestos a la incertidumbre y la suerte, la violencia la viven a diario porque muchos de los migrantes venezolanos viven más de 18 horas en las calles de Colombia, Ecuador o Perú. Incluso, en tiempos de pandemia muchos han tenido que curtir la piel para enfrentarse a todos los riesgos que esto implica.

Pero un gran número de los venezolanos no han sobrevivido para contar sus historias, muchos han perdido la vida fuera de la patria y algunos de ellos jamás fueron reclamados o, en el peor de los casos, sus familiares no se han enterado de sus decesos.

Según un informe del Instituto de Medicina legal en Colombia, organismo encargado de manejar lo relacionado con las muertes de los ciudadanos, desde 2017 han perdido la vida 2.061 migrantes venezolanos. De esas víctimas, 1.666 eran hombres y 395 mujeres.

El número de decesos este 2020 no ha disminuido, las causas son escandalosas. La información oficial da cuenta que 117 venezolanos fueron asesinados con armas de fuego, 35 en homicidios ejecutados con armas blancas, 7 más por producto de riñas, 38 en muertes violentas asociadas a otras causas, 16 se quitaron la vida, 37 murieron en accidentes de tránsito y 31 fallecieron por muertes naturales.

Llegar y encontrarse con otra realidad

Muchos de los venezolanos deciden viajar al ser animados por otros que ya se encuentran en el país y que ofrecen información, a veces errada, de la verdad sobre migrar. Una vez en el extranjero, algunos terminan ubicándose en zonas consideradas como rojas, donde son objeto de mafias y pandillas que terminan reclutándolos para cometer delitos. Algunos aceptan este temible juego por desespero, otros no tienen oportunidad de hacerlo porque son forzados por la violencia que se viven en algunos lugares.

Al problema se le suma la discriminación

Al estigma de ser extranjero se le suma la marca que tiene responder por los errores que cometen otras personas. Así mismo, les tocó por años a los colombianos cuando los separaban en los aeropuertos internacionales del resto del grupo de pasajeros de un avión solo por tener, en aquel entonces, un pasaporte color verde; ser colombiano era sinónimo de ser narcotraficante, asesino o delincuente. Incluso, en los años noventa, eran conocidos en Venezuela como “Caliches” o “colombiches”.

Lo mismo les ocurre a los ecuatorianos en España a quienes catalogan de criminales y son denominados despectivamente como “Sudacas”. Hoy en día a los venezolanos los tildan de “Venecos”.

Esto significa que a nadie le gusta la presencia de extranjeros en sus tierras o que, simplemente, nos mofamos de ser racionales y en el fondo tenemos grandes influencias de racismo el cual no nos permite aceptar que la migración es un fenómeno que ha permanecido siempre entre nuestros países.

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