viernes, abril 19, 2024

“Bicha”

Con el triunfo de la Revolución Americana en 1783 surgió sin dubitación la necesidad de un gobierno nacional.  El reto:  fundar uno diferente al monárquico combatido. Las 13 colonias que enfrentaron a Inglaterra pronunciaron su independencia el 4 de julio de 1776, pero estuvieron sin Constitución hasta 1787, cuando se elaboró, entrando en vigencia en 1788.  Es la segunda más antigua (lidera la británica de 1215), pero la primera codificada.  

Sabios los padres de esa patria, entendieron que ni acuerdo de unión  ni ley elemental bastaban para que perdurara, era imperioso erigir un pacto supremo, con capacidad de minimizar los traumas generados por las inevitables confrontaciones que surgen en la edificación de la institucionalidad.

Resultó una Carta Magna de siete artículos.  El Congreso se encargaría de desarrollar sus principios. La inteligencia jurídica consistió en vincularla a la dinámica social y política a través de la figura de la enmienda (27 hasta el momento) -de sencilla incorporación a su texto- para mantenerla cónsona con la realidad.

Respecto al Poder Judicial previó en la Sección 1 de su Artículo III “… se conferirá a un Tribunal Supremo y a otros tribunales inferiores que el Congreso instituya y establezca en el futuro…” sólo los creó, reglas y detalles se asignaron al Legislativo. 

En 1801 John Marshall (1755-1835) fue postulado por el Presidente John Adams para presidir el máximo juzgado.  Thomas Jefferson (republicano) había ganado las elecciones y semanas antes de entrar a la Casa Blanca el Congreso dictó leyes que permitieron el nombramiento de importante número de jueces federalistas.  La mayoría asumió los cargos, no así William Marbury y otros, quienes pidieron al nuevo Secretario de Estado, James Madison, les entregara sus designaciones, que negó.

Los afectados accionaron ante la Corte invocando su competencia originaria, según ellos podía conocer autónomamente, sin requisito de apelación previa.  Marshall, ponente, calificó la retención de documentos como violatoria de derechos adquiridos;  reconoció que los tribunales podían intervenir para hacer cesar daños que sufrieran ciudadanos por actuaciones del Poder Ejecutivo;  y declaró contraria a la Constitución la Ley de Organización Judicial de los EEUU en lo concerniente a la facultad que daba a la Corte para emitir órdenes directas de conducta a funcionarios públicos.

“… Hay sólo dos alternativas demasiado claras para ser discutidas: o la Constitución controla a cualquier ley contraria a aquélla, o la Legislatura puede alterar la Constitución mediante una ley ordinaria…” argumentó el jurista. La jurisdicción originaria sólo procedía en los casos en que embajadores, ministros, cónsules extranjeros o alguna provincia fuere parte del proceso, de manera que aceptar la discrecionalidad para atribuir conocimiento distinto, hacía inútil la norma fundamental. La petición de Marbury se rechazó. La Corte se declaró único órgano para decidir sobre la inconstitucionalidad de leyes.

Han dicho estudiosos que Marshall escogió la más controvertible de las interpretaciones:  tratar un tema de inconstitucionalidad no planteado;  pero nadie duda que el fallo afianzó con soldadura la fuerza de la Carta Magna y sometió los poderes Ejecutivo y Legislativo a su valor normativo, además de  dar al Judicial una  legitimidad que lo ha hecho quizás el más respetado del mundo.

Previo a ser aprobada en referéndum la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, Hugo Chávez la ensalzó diciendo sería la mejor de la historia (ha habido más de 20).  Era necesario para él que el pueblo se enamorara de ella.  El ardid de seducción:  venderla como esperanza de progreso para muchas generaciones.  Logrado el matrimonio, el celestino apodó “bicha” a la esposa.  Ninguna pareja es feliz tildándose así.  El divorcio se anunció en 2017, pero “por ahora”  la Asamblea Nacional Constituyente no ha logrado se haga efectivo,  la misión de presentar  al país una nueva le ha quedado grande.  Quiera Dios aparezca alguien que como Marshall haga respetar la actual o próxima, si es que no salen con una “sorpresita”.  

@doctorgoitia

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